1- SEGÚN CHATGPT
La Cofradía de la Casa de Luculo es una organización gastronómica que se originó en España en 1989. Su nombre está inspirado en Luculo, un general y político romano famoso por sus banquetes extravagantes y su amor por la buena comida.
La cofradía se enfoca en promover y preservar la cultura culinaria española, y sus miembros incluyen tanto a chefs profesionales como a amantes de la gastronomía. La organización celebra eventos y actividades en torno a la comida y el vino, y también otorga premios a personas y empresas que han contribuido significativamente al mundo de la gastronomía.
La Cofradía de la Casa de Luculo celebra capítulos con bodegas de toda España y también de otros países, y es considerada una de las principales organizaciones gastronómicas de España.
2- SEGÙN ALBERTO GARCIA
La Casa de Lúculo, o cómo se promueve la cultura del vino
La Cofradía La Casa de Lúculo, fundada en San Sebastián bajo el lema «amistad y sobriedad», constituye un ejemplo aleccionador de cómo dinamizar, promover y popularizar la cultura del vino en el seno de una asociación gastronómica, que puede enorgullecerse de acoger los primeros martes de cada mes a las bodegas más significativas de todo el país, en una ágape que rinde homenaje al vino y le busca su mejor compañía.
Esta cofradía, que toma su nombre de una de las obras principales del gran escritor Julio Camba, data de 1989, cuando un grupo de amigos con el propósito de «construir, mejorar, conservar, promover y propagar todos los productos gastronómicos y enológicos de cualquier clase, preparados con el tradicional sabor y saber que han legado nuestros predecesores», inicia sus primeros capítulos en el restaurante Hidalgo en torno a un menú elaborado por el cocinero Juan Mari Humada, quien años más tarde pasa a ejercer de anfitrión en su propio restaurante del complejo Nicol’s del monte Igueldo, y hoy de nuevo trasladado a la ciudad.
Confesados gastrosóficos-golosos, los hedonistas miembros de Lúculo entienden su cofradía como una asociación de carácter gastronómico y cultural en la que obrar con prudencia, inteligencia, discreción, sensualidad y refinamiento en las cosas del comer y beber. Tan elevados principios son citados en sus estatutos, en los que además se prohibe expresamente debatir sobre temas políticos o religiosos y se distingue entre cofrades numerarios y honorarios. Los primeros, limitados a un máximo de 35, son miembros que pagan sus correspondientes cuotas y asisten con regularidad a las cenas. A los segundos (hasta ahora el único nombrado ha sido el cocinero vasco Juan Mari Arzak), se les distingue por sus especiales méritos y servicios prestados a la Cofradía..
Años de esfuerzo, paciencia y aprendizaje han pasado desde las primeras cenas -cuando no se entraba en contacto directamente con las bodegas, en su mayoría riojanas, y era complicado conseguir que sus responsables se desplazasen a San Sebastián- hasta hoy, cuando gracias a una cuidada y precisa planificación las firmas más reputadas confirman su participación con meses de antelación, en un evento donde pocas cosas se dejan a la improvisación.
Ilustres nombres como Vega Sicilia, Artadi, Abadía Retuerta, Pesquera, Marqués de Riscal, Murrieta, Fariña, Allende, Can Ràfols del Caus, Dominio de Valdepusa, Raimat, Torres, Osborne por citar sólo algunos, han pasado por Lúculo dejando constancia de su impronta y presentado tanto primicias (Grandes Añadas 98, Clos Mogador 98, Cims de Porrera 98, Clos Martinet 98…) como añadas clásicas (Pesquera Janus 86, Vega Sicilia Único 90, Chirel 94…)
De igual manera, vinos punteros de zonas con menos renombre: Agapito Rico, Dehesa Del Carrizal, Capçanes, Manuel Manzaneque o Enrique Mendoza entre otros, fueron descubiertos para satisfacción de los insaciables paladares de Lúculo, ávidos siempre de novedades y sorpresas a buenos precios.
Como puede comprobarse, denominaciones de origen como Somontano, Priorat, Toro, Penedés, Ribera, Rioja o Jumilla han protagonizado ya importantes capítulos de la Cofradía, pero según los responsables de las relaciones con las bodegas, el inmediato futuro para el 2002 -el 2001 ya está ocupado con bodegas como Roda, Alvaro Palacios o Clos de L`Obac- pasa por comprobar el potencial de zonas emergentes como Cariñena o Bullas, y adentrarse en vinos menos conocidos en el seno de la asociación: nuevos tintos de La Mancha y el Bierzo, albariños, ribeiros y godellos.
Una forma de aprender
Los 35 miembros de Lúculo conforman un grupo heterogéneo en su composición pero muy disciplinado, con conocimientos y experiencia muy diversas. Todos comparten una innegable pasión por el vino que ha alborotado el panorama vinícola de su ciudad, desde posturas abiertas a todo lo que sea calidad y originalidad. Sin pelos en la lengua, llamando a las cosas por su nombre, propiciando el diálogo y la discusión, desde el respeto, la tolerancia y la amistad.
Con la premisa de que el mejor vino es el que se toma en una buena mesa en la mejor compañía, este colectivo se aleja del cliché de la ‘riojitis’ con que se cataloga genéricamente a buena parte de los enófilos vascos, para introducirse en los vericuetos de la diversidad vitivinícola de España y sus múltiples tendencias.
Como ejemplo bien nos pueden valer las palabras de un cofrade, que enfoca sus preferencias hacia cualquier vino de calidad nacional o internacional, «con predominio de fruta madura, madera justa, taninos grasos, equilibrio y volumen en boca, ya sea catalán, castellano, mallorquín, murciano o navarro».
La Cofradía es un práctico banco de pruebas para las bodegas, que pueden exponer su filosofía y comprobar el impacto y la aceptación de sus vinos cara a cara, frente a un exigente consumidor potencial que refleja ese mercado real a veces olvidado. Además, la confluencia de distintas sensibilidades suscita polémicos debates sobre asuntos muy variados: definición de patrones varietales, adaptación de las castas a diferentes robles, evolución del gusto, modos de elaboración, empleo de levaduras, abuso del roble… Estos temas los discuten los cofrades, observando como entre copa y copa muchos enólogos se sueltan la lengua para facilitar la comprensión de sus vinos y hacer accesibles cuestiones a menudo cifradas en tecnicismos.
Desde un punto de vista práctico resulta evidente que una asociación como ésta, vertebrada en torno al vino y tan bien cohesionada y pergeñada, fomenta un consumo inteligente y ayuda a discriminar calidades.
Los capítulos
La estructura de los capítulos es sencilla y fluida. Al preámbulo del presidente, glosando los orígenes de la bodega y el perfil de las personas que la dirigen, le siguen los comentarios del bodeguero acerca de los vinos que durante la cena se degustarán. En el transcurso de ésta, se explican las armonías plato-vino y los cofrades e invitados (muchas veces críticos y sumilleres) manifiestan sus preferencias, gustos, dudas y discrepancias, que tienen sus oportunas réplicas y contrarréplicas en un ambiente distentido.
Ya en los cafés se extraen conclusiones y después de los preceptivos agradecimientos, unos cofrades vuelven a sus casas mientras otros continúan departiendo con los invitados en animadas e improvisadas tertulias que terminan con más de uno compartiendo copa y puro.
Un resumen de todos capítulos de la Cofradía es publicado en ‘La Gastrosofía’, un boletín mensual que compendia colaboraciones diversas, artículos de actualidad, recetas y crónicas de viaje, con la gastronomía y el vino como hilos conductores.
Desde el año pasado la Cofradía otorga unos premios anuales al mejor vino, la trayectoria de bodega y el personaje del mundo del vino. En las elecciones se valora mucho la calidad humana de la gente, así como la regularidad y singularidad de los vinos. «Detrás de los vinos siempre hay una persona que es imprescindible conocer para comprende mejor el vino y darle un rostro», comenta el secretario de Lúculo.
También una vez al año se celebra un capítulo denominado «Grande Bouffe», donde sin bodegas ni invitados los cofrades hacen balance cualitativo del año, presentan en asamblea las cuentas anuales y disfrutan de un pantagruélico menú aderezado con una selección de los últimos vinos catados en la Cofradía. No podía ser de otra manera.